“Cualquier sociedad, por más avanzada que esté en los terrenos cultural, científico y tecnológico, puede volverse completamente criminal una vez pierde la capacidad de distinguir entre el bien y el mal.”
Hitler y el Holocausto, Robert S. Wistrich¹.
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Dado que hasta el día de hoy es imposible calcular con aproximada exactitud cuántos millones de chinos han sido exterminados por los comunistas de Mao Tse Tung, la Banda de los Cuatro, el Partido Comunista y su “revolución cultural”, no es improcedente imaginar que sus gobernantes actuales, empeñados en imponerse comercialmente sobre los Estados Unidos y Occidente al costo que sea necesario, no deben tener el menor interés en saber discernir entre el bien y el mal, por lo menos en los términos de nuestra cultura judeocristiana. ¿Qué le hacen unos miles de muertos más en Brasil o en Chile, en Nueva York o en Texas, en Caracas o Ciudad de México a los capitalistas chinos y sus millones de súbditos si su objetivo es imponerse en sus mercados y dominar comercialmente al universo?
Aliento el firme convencimiento de que sus laboratorios de ingeniería genética construyeron el COVID-19 sin otro objetivo que emplearlo en su guerra contra Occidente. Para desestabilizar sus sociedades, romper las hegemonías democráticas de sus gobiernos y alentar la conspiración crecida al calor de sus contradicciones internas. Tal como está sucediendo en los Estados Unidos y podría suceder en Italia y en España, en Brasil y en Chile y en cualquier otra democracia hundida en el horror de esta pandemia. Y traigo a colación el Holocausto con el que Hitler y sus fanatizados seguidores asesinaron a millones de judíos, porque tampoco fue una ocurrencia subitánea, ajena al instinto antisemita y devastador puesto en acción por los alemanes para iniciar el mismo proceso que hoy intentan imponer los chinos: acorralar al Occidente cristiano y sembrando el virus, sembrar la desesperación y el caos.
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La ética y la moral no forman parte del catálogo de valores que alientan al marxismo leninismo, ni al castrocomunismo ni al maoísmo. Aplican todos ellos, al pie de la letra, el principio schmittiano de lo político como el mortal enfrentamiento amigo-enemigo. Y se manejan en el terreno de lo político tal como lo asegurara von Clausewitz: como generales en una guerra total. Cuya única novedad, en el actual terreno de la guerra que libran los chinos contra Occidente y el resto del planeta, es el uso de un arma inédita, jamás antes empleada: el de la guerra viral, invisible y masiva, del que todas las víctimas actúan necesariamente como victimarios.
Por ahora, de sus devastadores efectos solo se salvan ellos. Y solo cesarán sus letales efectos cuando algunas de las sociedades occidentales desarrollen una vacuna que los venza sobre el terreno. Pero ya se constatan sus efectos: más de un millón de infectados y más de cien mil muertos solo en los Estados Unidos, cifras que superan las pérdidas en vidas humanas provocada por la Guerra de Vietnam. Sin que se haya verificado hasta ahora un solo enfrentamiento.
América Latina, que vive los efectos mayores en Brasil y Chile, se prepara a sufrir el recrudecimiento de la pandemia, según sus autoridades sanitarias. Solo el Gobierno de los Estados Unidos ha tomado medidas contra la OMS, por su complicidad manifiesta con las autoridades chinas. Pero nadie se atreve a enfrentarse directamente con el Gobierno chino, responsable directo por este verdadero holocausto. ¿Cómo se responde a una guerra biológica? Los chinos saben que los Estados Unidos no osarán atacarlos con un bombardeo nuclear. Ellos han llegado hasta la raya amarilla, más allá de la cual imperan la oscuridad y el silencio de la muerte.
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¿Guardaremos una estricta cuarentena política o el tema traspasará la discreción de la diplomacia mundial? No hay peor enfrentamiento que el que se libra contra facinerosos sin principios ni Ley, dispuestos a asesinar a quien se les cruce en su camino. Al parecer, el Covid-19 llegó para quedarse. Es la amenaza más creíble de este nuevo holocausto. El de la Segunda Guerra fue protagonizado por los alemanes contra los judíos. Éste, por los chinos contra la población mundial. Que Dios nos agarre confesados.
Fuente: Panam Post